Charles Bradley y el arte de las despedidas

Juan Facundo
5 min readFeb 18, 2021

--

Texto publicado en Dot Parker Mag en octubre del 2020

Siempre me faltó grandeza para las despedidas. Siempre me faltó grandeza, incluso, para acompañar la pérdida. Y cuando dijeron que no venías, Charles, odio admitir que me enojé. Quizás suene algo egoísta, pero volví a quedarme con el ticket en la mano. Primero el Festival BUE, luego Niceto. Dos veces. Casi nos vimos. Casi te vi. Casi. Y, sin embargo, también admito, te extraño.

Una vez dijiste que cuando el dolor y el sufrimiento son tan grandes que no hay palabras para describirlos, ahí es cuando aparece el soul. Y del soul me enamoré por la sensualidad y el compromiso de Marvin Gaye, el histrionismo y la interpretación de Otis Redding, la pasión y el sentimiento de Aretha Franklin, lo moderno de St. Paul & The Broken Bones o lo disruptivo y desafiante de Sam Cooke. Pero a vos, Charles, siempre voy a agradecerte por la sinceridad. Porque cuando preguntabas why is it so hard? realmente no buscabas respuestas, era algo retórico. Porque ya sabías, justamente, por qué era todo tan dificil: por ser negro en Estados Unidos, por ser pobre, analfabeto, por cuestionar tu identidad, por la falta de oportunidades, por las relaciones humanas, por la injusticia, por lo cruel y lo difícil de la vida.

Te amo, Charles. Amo que tus canciones y discos sean la memoria de lo que nos duele y del desafío que puede ser el simple hecho de existir. Amo, también, que tu música nos deje la sensación de que -quizás- las cosas pueden mejorar. Con un poco de suerte, claro. Pero también con algo de insistencia. Afuera está soleado, Charles. Y esta primavera platense, tan lejos y tan desconocida para tus días, me encuentra sentado frente a la computadora leyendo que moriste. Te fuiste, Charles. Te fuiste y todavía no sé afrontar las despedidas.

Llorar se me hace difícil, te diría que imposible. El mundo se fue a la mierda, Charles. Todo se derrumba, se prende fuego y no parece que vaya a mejorar. Y, de verdad, también me pregunto constantemente por qué se hace todo tan difícil. Quizás la clave para soportar el mundo sea hacerse una coraza, esa misma que construiste vos luego de tantas tristezas. Una infancia errante, escaparte de tu casa por miedo a que te hagan daño, vivir en la calle, estar preso, el asesinato de tu hermano, esquivar tu propia muerte, evitar la violencia y la hostilidad del resto. Para soportar el mundo incluso te adoptaste un alter ego, casi como si hubieses querido escapar de vos mismo y ya no ser Charles Bradley sino Black Velvet, ese tipo que imitaba a James Brown. Gabe Roth, el cofundador de Daptone, dijo que eso no solo era un alter-ego, sino que era tu propio superhéroe. El que te ayudaba a superar todas las tragedias de tu propia vida.

De vos aprendí sobre el arte de esperar. No me sale muy bien, quiero decirte. Me enseñaste también que desde el barro se puede dar un paso adelante. Como en ese momento cuando golpeaste la puerta del estudio de Daptone Records cansado de ser otra persona y dijiste: “Escuché que están buscando un cantante”. Editar tu primer disco a los 63 años siempre me pareció algo digno de admirar y una tarea casi imposible para el vértigo y la ansiedad con la que nos han criado.

Tus canciones son la prueba de que todavía quedan muchísimos nuevos viejos amigos por conocer. Son, además, la representación del vínculo fraternal que uno puede construir con alguien. Porque, a fin de cuentas, eso hicieron con Thomas TNT Brenneck, tu guitarrista, productor, confidente y amigo. “Yo era su hombre y él era mi hombre”, dijo alguna vez. Aún cuando a veces se complicaba trabajar con vos, pero ahí mismo se hizo fuerte la amistad. Superaste el pánico escénico y entre Thomas y Lee Fields te alentaron a aprender a leer. Así lograste conectar con tus propias canciones y entender que eso, tus palabras y no solo tus gritos, movilizaban a la gente.

Me quedaron preguntas por hacerte, Charles. ¿Te enamoraste alguna vez? ¿Tuviste miedo al subirte a un avión? ¿Qué se sentía ver gente llorar en tus recitales? ¿De verdad pensaste que podrías abrazar a todo el mundo en forma de agradecimiento? ¿Llegaste a ser feliz? ¿Te fuiste en paz?

El punto quizás está en perdonar. Y entender que el mundo no nos debe una disculpa. Ni el mundo, ni esos que nos lastimaron. En la música y tu equipo de trabajo elegiste una nueva familia, pero también te sirvió para reencontrarte con la tuya. Cuando Thomas te propuso hacer el cover de Black Sabbath dijiste que no, que ni siquiera conocías a esos tipos. Pero cuando escuchaste la letra, supiste que era la forma de entender y despedir a tu propia madre.

Te adueñaste de esa canción, casi como si hubiese sido escrita especialmente para vos hace cuarenta años. Transformaste las palabras de esa canción de divorcio y desamor para convertirla en una canción de duelo, de hacer las paces, de perdón y de despedida. “Me siento infeliz, me siento triste. He perdido a la mejor amiga que jamás he tenido”, decís y clavás el primer puñal con tu voz rota. Pero luego se pone peor. De hecho, el verso siguiente fue el que te convenció de grabarla. “Ella era mi mujer, la amaba tanto. Pero ya es muy tarde, la dejé ir”.

Creo que, como cantaste entre lágrimas, cambiar es parte de todo este asunto de estar vivos. Pero tengo miedo, Charles. Tengo miedo de que no me alcance el tiempo, de no saber cambiar, de no lograrlo, no estar a la altura, de que el mundo me apague, de no saber perdonar. Insisto, tengo que seguir aprendiendo de vos, porque en tus canciones hay un lamento, claro. Pero también hay una bitácora con los secretos que nos pueden guiar para sortear todo este universo de dificultades. Aún, cuando en nuestros adentros sepamos que la historia no va a terminar bien. Porque la tuya no terminó bien.

Lamento profundamente que las buenas noticias te duraran poco. Espero que tus años de alegría hayan sido suficientes para compensar una vida de sufrimiento. Lamento también lo injusto de haberte enfermado de una forma tan cruel, pero cómo voy a hablarte de justicia si vos, más que nadie, sabés que eso no existe.

Te fuiste, Charles. Y todavía me dura el enojo. Me quedé con dos tickets en la mano y la esperanza de conocerte. Las ganas de darte un abrazo. La necesidad de decirte “gracias”. Porque acá, ahora, entiendo que tus pocos discos todavía guardan un par de secretos más para mí. Y espero, sinceramente, que me enseñen a tener la misma elegancia y grandeza que vos tuviste para las despedidas.

https://dotparkermag.com/charles-bradley-y-el-arte-de-las-despedidas/

--

--

Juan Facundo

Periodista musical patagónico que vive en La Plata. Publicó en Rolling Stone, Silencio, elDiarioAr y más. Está en Mega 98.3